viernes, 22 de julio de 2011

DÍAS

JUEVES.

Una alambrada separa tu vida de la mía, me he enamorado, lo admito sin temor, de tus delicados gestos, de tu inexplicable alegría, de tu mirada incomprensiva, de la imposibilidad de tenerte.

SÁBADO.

Hoy he comido poco, el amor me alimenta, he picado piedra como cada día y como sé que no tienen utilidad me he propuesto transformar mi trabajo en tu rostro.

Hoy he dormido en el suelo, pues tu recuerdo es mi lecho.

DOMINGO.

Hoy no he hablado con nadie, solo podría hablar de dolor o de ti.

Hoy he fingido no escuchar gritos, pues sueño con oír tu voz y que sea el único sonido existente.

LUNES.

Hoy al ver marchar a mujeres y ancianos he sonreído imaginando que a donde van habrá alguien como tú esperándoles.

MIÉRCOLES.

Hoy he llorado, perdóname pero he llorado al pensar que nunca te tendré, me amas solo en mi imaginación.

Hoy he llorado porque he despertado en plena noche, buscándote en sueños, he despertado y mi padre no estaba a mi lado, no le volveré a ver.

JUEVES.

Hoy pasé de nuevo frente a la alambrada y te vi después de largo tiempo, me quedé parado mirándote y tus ojos se posaron en mí, me miraste y sentí gozo en comprobar que no era invisible para ti. Pero mi rostro se entristeció al pensar que me gustaría haber estado más limpio para ti, que me gustaría haber podido llevar unos mocasines, y no mis pies descalzos, para ti, que me hubiese encantado llevar puesto un bonito traje azul claro y una camisa blanca con una corbata negra y fina, para ti, pero lo que más hubiese deseado es poder lucir mi cabello, para ti, al pensar en él recorrí con mi mano lo que ahora era una cabeza rapada… O tal vez no, lo que más desearía en realidad, es poder hablar contigo, ¡destruir la distancia!

Me miraste, vestida con un hermoso vestido azul oscuro que te llegaba a las rodillas, y un lazo azul cielo que sujetaba tu larga melena. Y al verme tu rostro esbozó una sonrisa que me pareció compasiva y amable. Sin poder hacer nada vi como uno de esos hombres te arrastraba bruscamente de un brazo mientras que otro se acercaba a mí, supe en aquel instante que no la volvería a ver, aquel hombre gritaba algo que no entendí, metió la mano en su chaqueta, miré al cielo y en aquel momento solo sonreí

Y me disparó, cuatro tiros, tres en el pecho y uno en la cabeza cuando ya yacía muerto en el suelo.

Hoy…, hoy he muerto, ¿por qué? Porque soy inferior.


autor: urbano

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